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El australiano Oliver* se dejó hipnotizar por las calles coloniales de la ciudad colombiana de Cartagena, por sus atardeceres, sus coloridas artesanías y también por la belleza de dos de sus mujeres, que no solo le robaron el corazón sino el dinero y sus pertenecencias.
Las había conocido a través de una aplicación de citas y se dejó seducir con la propuesta de un ménage à trois, una experiencia de la que no recuerda nada y en la que perdió todo lo que llevaba.
El uso de las aplicaciones de citas en línea para encontrar parejas o planear encuentros ocasionales es cada vez más común.
Pero al mismo tiempo ha generado preocupación después que la embajada de Estados Unidos en Colombia emitió el mes pasado una alerta a sus ciudadanos que visitan este país -especialmente las ciudades de Medellín, Bogotá y Cartagena- en la que recomienda no usar aplicaciones de citas, debido a muertes de turistas estadounidenses en la capital del departamento de Antioquia.
El caso del joven australiano de 26 años ocurrió a finales del año pasado, cuando se encontraba de vacaciones en Colombia. Luego de compartir con las dos mujeres que había conocido en línea, las invitó a su hotel para pasar tiempo en la piscina. Luego -rememora- fueron a su habitación donde disfrutó de una sesión de masajes.
El resto es un mal recuerdo. Cuando despertó no tenía dinero ni tarjeta de crédito, tampoco encontró su teléfono celular, ni relojes, perfumes o joyas.
Oliver aseguró a la Voz de América que no suele usar este tipo de aplicaciones en Sidney, donde vive, pero sí en el extranjero, a pesar de las advertencias de seguridad de sus amigos. Esta vez no se resistió y como resultado perdió unos 13.000 dólares.
Lo más “aterrador” -admite- fue cuando se dio cuenta de que no tenía cómo comunicarse con nadie ni dinero para comer: “Básicamente, estaba varado y me preocupaba no poder conseguir mis vuelos de conexión y volver a casa. Posiblemente me hubiera quedado atrapado en Colombia. Así que sí, fue una situación bastante mala”.
Además, comentó, no obtuvo respuesta de la policía ni de los encargados de la seguridad del hotel: “Me preocupaba morir de hambre en Colombia o tener que mendigar dinero”.
¿Por qué es un delito tan común?
El mayor Camilo Ramírez, jefe del Centro Cibernético de la Policía Nacional de Colombia explicó a la VOA que los delitos van mutando y puede que las aplicaciones de citas o las redes sociales sean “una modalidad relativamente nueva”. Además, es una alternativa en la que se usa la “ingeniería social”, entendida como “la manipulación o engaño para obtener datos que eventualmente se van a usar con fines ilícitos”.
Para Adalberto José García, consultor de Ciberseguridad de Control Risks, al registrarse en aplicaciones de citas, habitualmente se comparte una gran cantidad de datos personales e información que “puede ser atractiva para ciberdelincuentes que podrían usarla para delitos de fraude, robo de identidad y chantaje”.
Así mismo, los usuarios de estas aplicaciones “generalmente son vulnerables, ya que se preocupan por crear conexiones o relaciones, y no por la ciberseguridad o privacidad de su información”, estando dispuestos “a compartir información confidencial con personas extrañas, con el fin de generar una atracción”.
García explicó a la VOA que existen diferentes modalidades de ataques o amenazas a través de aplicaciones de citas, desde perfiles falsos, “con fotos y descripciones ficticias para atraer usuarios, con el objetivo de ganar su confianza y robar información confidencial, dinero o cometer otros crímenes”.
Es el caso de Diana*, una bogotana de 51 años, quien entabló una relación -a través de Bumble- con un supuesto veterinario que vivía fuera de la ciudad. Tras mes y medio de contacto, él decidió ir a conocerla, pero un supuesto accidente entorpeció el encuentro. Él le pidió dinero para cubrir los gastos, y ella accedió a enviarle unos 200 dólares.
Tras varios días en los que continuó la comunicación, el supuesto veterinario volvió a pedirle dinero, lo que despertó sus sospechas. Finalmente se percató de que se trataba de una identidad falsa, pues días después el presunto veterinario cambió la foto de su perfil: “Mi sentimiento fue de frustración, de rabia, de sentirme idiota, de sentirme bruta… te tocan los sentimientos y te tocan todos tus anhelos, te saben llegar”.
Otra de las modalidades es la suplantación, en la que los ciberdelincuentes pueden usar información confidencial o expuesta de diferentes usuarios en las aplicaciones (o fuera de ellas), para hacerse pasar por diferentes personas para ganarse la confianza de los contactos de la víctima y así desarrollar ataques más complejos.
También están las estafas en la que, después de ganarse confianza y el afecto de la víctima, los estafadores piden transferencias de dinero, o incluso manipulan, roban y chantajean con publicar información confidencial o amenazan con hacer daño.
Es el caso de Sebastián*, de 42 años, quien vive en una exclusiva zona de Bogotá, y según explicó a la VOA, suele concretar encuentros aproximadamente tres veces al año, a través de estas ‘apps’.
En 2019, contó, iba para un almuerzo, pero tenía una hora libre antes de salir, y entró a Grindr en busca de “sexo exprés”. Tras enviar un par de fotos, acordó un encuentro en su apartamento. “Sin medir riesgos” -admite- llegó un sujeto diferente al que había visto en la aplicación que lo chantajeó con hacerle daño o, incluso, con matarlo, si no le entregaba unos 150 dólares. Así que le entregó dinero y le advirtió de las consecuencias, lo que ocasionó la ira del ladrón, quien lo empujó de nuevo y lo amenazó.
“Me sentía un idiota y vulnerado porque finalmente esos delincuentes ya saben dónde vive uno”, contó a la VOA y, aunque luego retomó el uso de las aplicaciones, afirmó que meses después, su mejor amigo también fue víctima del mismo estafador.
Según el mayor Ramírez, de la policía, los principales delitos que se cometen a través de esta modalidad son la transferencias no positivas de activos, hurtos informáticos o físicos, amenazas, concierto para delinquir, lavado de activos, entre otros. Si se trata del crimen organizado o multicrimen, agregó, pueden no involucrar un solo delito, sino un amplio portafolios de servicio criminal.
Verificación y denuncia
Detrás de esta modalidad, “puede estar cualquier persona o puede ser el crimen organizado”, explicó Ramírez a la VOA, o puede ser simplemente un grupo de personas que ven una posibilidad “del lucro criminal interesante”.
Para García, desde bandas organizadas hasta personas privadas de la libertad, los delincuentes que llevan a cabo estafas por aplicaciones de citas “son expertos en lo que hacen y parecerán creíbles” y, últimamente, con el desarrollo y el fácil acceso a nuevas formas de inteligencia artificial “se ha ido brindando a ciberdelincuentes nuevas opciones para ampliar sus objetivos”.
Autoridades y expertos aconsejan tener cautela al usar este tipo de aplicaciones, no brindar información confidencial a extraños, no hacer clic en enlaces ni descargar imágenes o archivos no solicitados, no enviar dinero a alguien que no conoce personalmente y analizar que los perfiles estén verificados. Y a la hora de entablar una cita, mencionarle a alguien de confianza dónde se encontrarán. Y dudar siempre de los datos, fotografías, datos en redes sociales y, si es posible, indagar al respecto y confirmar.
Además, dijo el mayor, es fundamental denunciar ante las autoridades, con el ánimo no solamente “de luchar contra contra la impunidad, sino de pensar en otras personas que eventualmente, si yo no denuncio, van a seguir siendo víctimas de ese tipo de delitos”.
De acuerdo con la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, en 2023, unas 64.000 personas denunciaron estafas por aplicaciones de citas y las pérdidas sufridas por pretendientes fraudulentos alcanzaron la cifra de 1.140 millones de dólares.
A través del canal virtual de la policía de Colombia, el año pasado se recibieron 1.056 incidentes relacionados con estafas amorosas, a través de medios digitales, como las aplicaciones de citas. Este año, van poco más de 200.
*Las personas que ofrecieron sus testimonios pidieron cambiar sus nombres para salvaguardar su identidad por razones de seguridad.
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